lunes, 26 de octubre de 2009

"Ni ha venido...., ni se le espera"


Imagínate que vives en un pueblo con menos de 500 habitantes, por lo que podríamos decir más que 500 habitantes, 500 vecinos. Porque todos se conocen.
Se produce un “conflicto político”, es decir, un levantamiento militar, y enfrenta a unos contra otros.
Toda esa situación genera situaciones dantescas, como que llamen a la puerta de la casa de un vecino, se lleven a esa persona y le hagan el “paseillo” (siempre me ha horrorizado esa palabra en ese contexto).
Una situación como esa, tan dura y cruel, describe en toda su esencia lo que muchos sólo han conocido a través de los libros de texto, documentales o películas: una Guerra Civil.

Una guerra siempre es deplorable, pero una guerra civil, además de ser deplorable es cruel y devastadora en el ámbito más doméstico de cada ciudadano, porque se enfrentan vecinos, familiares, personas con las que has convivido durante toda tu existencia.

En nuestro país se vivió una guerra civil hace tan poco, que todavía podemos sentarnos con personas que la vivieron en sus carnes y nos la pueden explicar de viva voz.

Pasado cuarenta años, y cuando el dictador murió, algunas personas de muy diversas tendencias políticas y con cargos de responsabilidad en esos difíciles momentos, hicieron esfuerzos muy evidentes por ser tolerantes, por respetar la diferencia de pensamientos.

Carrilo y Gutierrez Mellado fueron dos claros exponentes de ese perfil de personajes políticos que vivieron la Guerra de manera muy diferente y que al final de la dictadura tenían el mismo objetivo: impulsar, apoyar y defender la democracia.

Gracias a personas como ellos nos han dejado un legado que estamos obligados a mantener y mejorar mediante la convivencia civilizada y tolerante entre todos los ciudadanos.

Sabino Fernández Campo fue otra de esas personas que, con el paso de los años hemos ido valorando en su justa medida al ir conociendo su importancia y saber estar y actuar en esas horas tan críticas que vivió nuestra joven democracia en 1981.

Desde su discreción supo actuar en los momentos que así lo requería, y por ese motivo todos los que actualmente vivimos en libertad debemos de agradecerlo y recordarlo.

Ha muerto otro personaje clave de nuestra Transición, pero nos deja su actitud y convencimiento democrático, demostrando que no hace falta coincidir en las ideas políticas para admirar a la persona.

Gracias por todo, de parte de un republicano.

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